3 sept 2016

Cure

AÑO: 1997
DIRECTOR: Kiyoshi Kurosawa






















Cada director tiene su estilo y por ende, una fama que pronostica levemente cómo va a ser su película antes de verla. Esto sucede con Quentin Tarantino, Stanley Kubrick, Ridley Scott, Uwe Boll, Takashi Shimizu o, en este caso Kiyoshi Kurosawa. La fama de este, nuestro último artista, se debe a la forma en la que rueda una película, esas técnicas que aquellos seguidores o meros buenos observadores se han dado cuenta, y es aquí con “Cure” donde por primera vez va afianzando de manera sólida esos elementos. Cierto es que en “The Guard from Underground” ya podíamos ver atisbos, pero solo eso, un mero borrador, folio en sucio donde ir experimentando. Dentro de esos tips del cineasta está la deconstrucción-innovación del género. Ya sea con su “The Excitement of the Do-Re-Mi-Fa Girl” o “Kairo” toma un género lo desmonta y lo reunifica de otra forma, quitándole clichés y añadiéndole nuevas cosas que para mí, son bastante atractivas. Decir que esto no siempre sale bien, hay que tener mucho cuidado donde tocas para no pasarte y meter la pata, por lo tanto podríamos decir que un director también es un cirujano, un médico y que en este caso busca una cura…




Aquí y allá la leo como “¡película de terror en estado puro!” o “¡thriller atópico!”. Como ya he comentado, Kiyoshi no se ancla nunca en un género, sino que toma varios, por lo que creo que Cure podría autodefinirse como un Thriller inteligente de terror psicológico. ¿Y por qué tantas palabras para definir una película? Porque así lo hace. Comenzando como un thriller policíaco donde nuestro detective aparte de la investigación en la que trabaja, también ha de atender problemas familiares (tópico), pero a medida que avanza la investigación se vuelve cada vez más y más surrealista (que no confundir con el típico plot twist americano), terminando en un galimatías (que como ya es marca del director) a libre entendimiento y donde el espectador debe reflexionar y sacar sus propias conclusiones.



En pocas palabras, Kyua debería ser el prototipo de Thriller de terror, de cómo deberían hacerse y no que te expliquen cual niño de 3 años quién es el asesino, por qué hace lo que hace y cómo el protagonista, como es el protagonista y un machote resuelve el caso y final feliz. Vaya cutrez. Retomando la cinta, desde los primeros 10 minutos ya uno se percata que algo no va bien, de que hay conceptos algo raros y que la “bola de nieve” crecerá progresivamente a medida que se vaya acercando el final. Si nos metemos en la trama resulta harto compleja en la última media hora/45 minutos llegando a confundir al espectador y cuando éste le va pillando el sentido llega una nueva escena que se lo desbarata todo. Por lo que la investigación paranormal (si es que se la puede denominar así) relacionada con el legendario poder de la mente y demás no está expuesta de una forma sencilla y seguramente más de uno necesitará volver a ver la película. Yo la he tenido que ver por 3 veces y concentrado para entender sus mensajes, sus detalles y cosas que la primera vez uno no capta. Aquí es donde radica la gracia de la peli y del cine en general de Kiyoshi Kurosawa. Pero aún con una exhaustiva investigación personal que uno haga sobre la peli, o sobre los temas que trata (cosa que también he hecho) quedan siempre elementos en el tintero o bien, de las que uno sólo puede hacer hipótesis unidas a gestos de los personajes o simples flashes. Así que si estáis pensando verla sólo os diré una palabra, paciencia.


Si nos metemos en el apartado técnico, es todo muy de su época resaltando sobre los demás la música y los efectos especiales. Por un lado la música es un invitado a la función, sale a escena cuando le toca y además trabajando perfectamente, pero cuando no, pues no aparece, así de sencillo. Basta de empachar escenas en las que el sonoro ambiental de la calle o el silencio dicen mucho MUCHO más que cualquier composición que quiera metérsele. Cuando citaba a los efectos especiales me refería a los Make Up’s empleados en las muertes de los sujetos. Y aquí aparece otro personaje en escena: la sangre, el gore que da lugar en contadas escenas marcando un extra de terror o salvajismo que eleva las ya de por sí, las altas cotas de calidad del film.

Pero sin lugar a dudas mi fetiche del cine de Kiyoshi es la cámara. Será de lo más simple y rígida que tú quieras, pero a mí me encanta. Y me encanta porque esa cámara fija enseña más que otras y te sumerge más sin quererlo en la trama, transformándote en un espectador protagonista. Acoge escenarios enteros desde ángulos normales escenas de gran crudeza/contenido que ya digo, está muy bien trabajada. Dentro de los actores creo que habría que remarcar a <Kôji Yakusho> en el papel del detective protagonista Takabe y a <Masato Hagiwara> como el antagonista (Mamiya). En una palabra, soberbias.


Por lo tanto creo que es más que evidente su recomendación. No creo que decepcione a los fans de las cintas de suspense con terror y sobre todo a los amantes (como yo) del cine asiático.


Para verla antes de morir,


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