30 may 2019

Blanco Perfecto

Título: Blanco Perfecto
aka: DownRange
EE.UU/Japón, 2017, Ryuhei Kitamura

































[PARTE SIN SPOILERS]

Si no estás dispuesto a leer lo que viene a continuación con criterio y capacidad crítica te recomiendo que pases y vayas directamente a leer al resto de gente, que con argumentos simples e inventados te demuestran en dos palabras su inexistente capacidad para diferenciar “de por qué el coche es blanco a, el blanco no me gusta”.
Kitamura, el que quita tanta tontería de encima de una mesa atiborrada de clichés pedorros y podridos, vuelve al escenario para sacársela y demostrar por qué sigue siendo tan poco valorado por un público altamente obtuso e hipócrita.

¿De qué va la película? La idea de la que parte la sinopsis sería la misma que se utilizaba en la primera década del 2000 para hacer las arquetípicas películas de terror adolescentes que abarrotaban las carteleras. Partiendo de una premisa que ha sido frita una y otra vez en bucle con un aceite igualmente reutilizado, la película de hecho vuelve a plantear ideas genéricas en ese tipo de cine.

Pongamos un ejemplo y hagamos una película del Teen-Horror, ¿vale? Necesitaremos un grupo de adolescentes/universitarios, van de vacaciones a un sitio, una vez allí los matan uno a uno un monstruo. Muy posiblemente los supervivientes sean los protagonistas más notables del filme, es decir, no va a sobrevivir el porreta, ¿no? Por otra parte si aparece ayuda externa para este grupo de desgraciados, lo más normal es que corran la misma suerte que ellos. Bien, por ahora, se asemeja esto a varias cosas que sabemos, que suelen estar presentes, ¿verdad?

Bueno, pues Blanco Perfecto tiene, y no de todo eso, pues resulta maravilloso cómo la obra parte a base de puntapiés los recursos más facilones y simples de implementar. A eso se le llama tener clase, señores. ¿Cómo? Hay varias fórmulas y aquí puedo garantizar que se dejan ver varias de ellas, muchas están sujetas bajo la viscosa y pegajosa idea del gore desmedido, otra tantas usan pausas y ángulos de cámara. Entre tanto, la naturalidad de los diálogos termina de apuntalar la misma deconstrucción que construye la película durante todo el metraje.

Espera, sí, acabo de decir “naturalidad de los diálogos”. Y es que la gente parece que eso, y el reparto, son la diana a la que agujerear para desprestigiar la obra. Que no te guste lo que diga Fulanito en cierto momento y en cierta situación no significa para nada que esté mal escrito en el guión o que repercuta negativamente en la trama. Hay que tener en cuenta el personaje, cuál es su caracterización, su forma de hablar y cómo afronta esa situación en la que está en ese momento. De hecho la propia obra no para de refregártelo incontables veces con todo el elenco de protagonistas. “La militar” y “el novio” no piensan para nada de la misma manera cuando empieza “el show” y eso es más que palpable. Él baraja posibilidades, ella se las hecha abajo, mientras que “la estúpida” permanece mirando a un suelo mezclado de tierra y sangre, sollozando. ¿Acaso eso es malo? ¿Te cae mal el personaje? Así es. Al igual que habrá gente con la que no soportes hablar o, directamente no puedas ni ver.

Nuestro psicokiller resulta de lo más original hasta el momento en cuanto a Slashers se refiere uno. Quizás alguien pueda arrebatarle el podio llamando al escenario “al malo de Wolf Creek”. Quizás, pero la psicología de ese personaje dista mucho del nuestro. Desde el vestuario (desfasado y sucio, a calculador y asesino) hasta el modus operandi elegido para “impartir justicia” (desde su punto de vista).

Más de una vuelta de tuerca sufre la obra. Se suceden acontecimientos que, de la misma forma “genérica” en la que aparecen, se vuelven a desmontar añadiendo detalles. Un ejemplo de esto es el masivamente criticado apartado de “los policías”. Yo la verdad es que, siendo sinceros, me imaginaba el típico coche patrulla con el poli que nada más bajarse lo cosen a tiros. A eso se le puede tachar de lo que quieras, pero en “DownRange” “hay que hablar de más cosas”. Por no decir que ya de por sí hasta el propio vehículo policial juega un papel importante.

Por si no fuera suficiente, ¿nos hemos parado a pensar sobre el lugar donde se desarrolla toda la acción? No existe una secuenciación de lugares u escenarios que le impriman rodamiento extra a la historia. A todas maneras desierto de recursos o lugares que sirvan de ayuda a nuestros personajes para sobrevivir. Sólo cuentan con lo que inicialmente tienen, y así perdurará por gran parte de la película hasta que el pasar del tiempo y también, algo de suerte disponga delante de ellos. La casi reducida posibilidad de buscar refugio mejor al maltrecho y poco seguro que poseen, les lleva a poner a rebientacaldera su masa gris e idear por activa y por pasiva varias estratagemas para desahecerse de su problema común. Si eso no es inventiva, creatividad e imaginación no sé lo que es. A mí no se me hubieran ocurrido un par de cosillas, aunque también pensé otras tantas que hubieran venido muy bien. Pero como párrafos más arriba dije, no todos somos iguales, ¿no? No todos los personajes piensan igual.

Otra útil herramienta de la que se vale codiciosamente la obra resulta en sí un arma de doble filo. Usar tantísima cantidad de gore y de esa manera tan explícitamente macabra a los sentidos, puede ser la perdición o bendición. Aún recuerdo cuando visioné el remake de “La Matanza de Texas (2003)” y cómo se servían de ello para crear espectación y usarlo en pos de agregar “más terror al asunto”, como incitar a una idea que ya la película nos está mostrando. Condimentar lo ya aliñado.

En “Blanco Perfecto” toma un rumbo diferente pero paralelo, el realismo. Y es que estamos ante una de esas pocas obras que se esfuerzan hasta el cansancio más doloroso para mostrarte con toda gama de detalles posible, la crudeza que realmente se puede llegar a pasar en la situación narrada. ¿Has visto alguna vez en vivo un accidente de tráfico? ¿Eres capaz de recrear una escena parecida? Dolor de cabeza, confusión, desorientación masiva, la adrenalina recorriendo a toda velocidad tus vasos sanguíneos e inundando tu cerebro, sientes que has perdido la voz, no te sale nada. Miras a tu alrededor y sólo ves una carretera con mucha sangre, cadáveres deformados esparcidos como si fueran sopa porque un automóvil los ha arrollado como si fueran juguetes, triturándoles los huesos con sus grandes y calientes neumáticos. O quizás es porque acabas de ver al amor de tu vida derrumbándose delante tuya sin haber podido hacer nada mientras ves cómo borbotones carmesís fluyen a todo velocidad por un ya, cuerpo inerte.

¿Cómo le metes esa idea a unos jóvenes actores para que no sólo lo aprendan, sino que lo pongan en igual práctica? Además, actores casi totalmente desconocidos, o con poca experiencia en el terreno del terror. ¿Cómo construyes toda esa mega idea con pocos materiales? ¿Cómo es posible comprimir tantas emociones en algo que al fin y al cabo, sólo va a ser una proyección delante de tus ojos? Una mera película. Eso se llama buen cine, se llama hacer arte.

De hecho suele ser el Talón de Aquiles dentro del mundo del cine de terror, intentar transmitirle al espectador, acomodado en el sofá, los más escabrosos horrores que se le puedan ocurrir a uno. Violencia explícita, jumpscares, sonidos altisonantes, efectismo fugaz, etc. Pero lo más complicado es romper la pantalla y meterse dentro del espectador. Por ello mismo en el mundo de los videojuegos Silent Hill tiene tanto éxito, ¿o te pensabas que sólo lo era porque es un juego de terror?

“DownRange” usa magistralmente elementos como la música, la sangre y la propia ambientación para crear un escenario donde el espectador no pueda apartar lo ojos ni de las escenas más vomitivas. ¿Recomendarla? La pregunta hasta ofende, pero para disfrutarla lo máximo posible recomiendo no verla con amigos ni distracciones, la inmersión propia cuesta generarla, y esta obra se lo ha ganado. No vayamos a quitarle eso. 8/10


[PARTE CON SPOILERS -CRÍTICA/ANÁLISIS-]

Se entiende que si has entrado aquí es porque te has visto la película, ya has leído la parte sin spoilers y quieres saber por qué ha merecido la pena ver cada maldito segundo de la obra.

Retomo ideas que previamente comenté, estamos ante una producción america-japonesa que azota salvajemente a uno de los subgéneros más rentables en la taquilla del cine de terror exprés y barato. Nuestra andadura comienza con el grupo de jóvenes en un coche de camino a un sitio donde van a pasárselo bien (cliché) pero no van haciendo el ganso por el camino mientras suena la típica canción pop con aire juvenil que acompaña la escena donde se vea lo amigos que son y lo bien que se lo van a pasar follando y fumando hierba.
No. De hecho no se conocen y da la sensación que han usado el método del coche compartido para el mismo destino. Más rentable la verdad. Típicas conversaciones banales que cualquiera que quisiera conocer a otra persona diría. (Deconstrucción).

Se le da un poco de fanservice al espectador para que se ponga cómodo mientras le tiramos a la cara la escena del recambio de la rueda, la charla de las chicas, foto para el recuerdo y BAM! El cachas la ha palmado. Comienza el show.

Desde aquí acudimos a una sucesión dolorosamente desgarradora de los chicos mientras nos vamos dando cuenta que van sobreviviendo los más poco agradables para espectador. Los que tenían posibilidades de salir de todo eso, ¡la pareja estrella ha caído al comienzo del todo! El cachas y La tía buena tienen la cara reventada, pasto de las abejas y moscas. (Deconstrucción 2)
No sé si ha sido gusto de los guionistas o no, pero transmite mucha rabia al espectador cómo ver que la más estúpida, quejica y patosa de todos ellos llega al final. Darwin debe estar revolviéndose en la tumba con su teoría de la evolución. De hecho esta elección “a la inversa” de los personajes restantes a veces resulta un punto a favor y en otras ocasiones dan ganas de romper cosas.

Por ejemplo podemos ver cómo, ya con el todoterreno a modo de parapeto, La Militar le rebate todos los posibles argumentos que a “El novio” se le ocurren para poder salir de allí. Bueno, a él y a cualquiera, se comporta como una mosca cojonera por un tiempo. Esto de hecho la película no lo trata como burla contra el que da ideas interesantes (cliché), sino sirve para fortalecer la propia esencia del tema que se trata, la posible huída. Después del acalorado debate, quedan descartadas las ideas menos apropiadas y se eligen las que posiblemente triunfen, con el acuerdo mutuo de los tres presentes (La Militar, El novio y La estúpida). Eso es algo positivo. En yuxtaposición, por el arco final del filme, será por culpa de La estúpida como La Militar muera por vacilar unos segundos. Eso es algo negativo y da mucho coraje. ¿Se ve qué bien juegan con nosotros, espectadores, usando los mismos personajes? (Deconstrucción 3, trabajo en equipo duradero y eficiente).

Luego el personaje del francotirador, para empezar en más de una ocasión dudé si podría ser una mujer. Mostrándonos solamente los ojos azul mar pueden llevar a cierta confusión. Todo ese misticismo en torno al asesino, el psicokiler de la obra poco se ha visto. Se disfruta por regla general de algo sorprendente a la vista, que impresione, que sea repugnante a primeras. Sin embargo aquí es un mero ser humano, ¿mero? Es un asesino despiadado con una puntería de un marine o francotirador del ejército muy calculador, frío y bastante bien entrenado. Seguramente su gran precisión, camuflaje y carisma podrían decirnos que pudo librar combate años ha en alguna guerra. Quizás en Irak. Pero, ¿os habéis percatado otra vez? Nunca se nos dice nada sobre todo esto. Se le deja como tarea pendiente al espectador. Porque, en verdad, no hace falta. “Aquí venimos a lo que vinimos, ¿no?” (Deconstrucción 4).

Resulta muy interesante además, otro tipo de detalles, como la ausencia de chistes fáciles y comedia absurda que pudiera romper la ambientación (y que además es muy típica por el payaso del grupo), la inserción de la japonesa (muy seguramente por ser una co-producción, pero por decisión del director lo más probable) que como en el rol de La madre es capaz de aguantar semejante cantidad de disparos solo guiada por la idea de salvar a su pequeña o, el mismísimo final. Original de hecho no es, y que no sobreviva ningún personaje tampoco es nada nuevo en los slashers. Aunque pocas, existen obras que deciden arrebatarle la suculenta idea de darle al espectador el típico Happy-Ending donde, a pesar de todo, “existe algo de luz al final del túnel”. (Deconstrucciones 5, 6 y 7 respectivamente)

Pero si algo vengo repitiendo hasta ahora, es que atendemos a una película remodeladora, y el final no es para menos. La estúpida, le echa huevos (tarde para variar) y llega a la pick-up. Después de haberse quitado del medio a los policías el asesino, lleva a cabo otro de sus actos temerarios, se sube y se decide a terminar de una vez por todas con todo el infierno que ha vivido. Será la adrenalina, rabia, ira, nervios o el terror que consigue empuñar y descargar toda la munición que puede sobre el francotirador caído del árbol. El casquillo atascado en la recámara y el accidente final no es más que otra característica para terminar de remarcar al personaje, La estúpida.
Por ello no resulta abrupto y no es chistoso, pues la película no mete acto seguido telón negro de créditos con musiquita con tono alegre, reforzando la idea de “tan cerca de salvarte y la volviste a cagar, imbécil”. Resulta un punto y final donde tenemos Final Malo y GameOver. No todo tiene por qué salir a la perfección. Por ello también se puede decir igualmente que no es previsible, nada de hecho lo es.

Por último remarcar la idea del gore. Es perfecto. Absolutamente divino. Necesariamente obligatorio para terminar de unir con un elegante lazo todo lo mostrado hasta ahora. Ojo, no sustituye nada, sino realiza la función de potenciador. Vuelvo a lo que comenté en la parte de sin spoilers sobre este tema. Las situaciones que nos muestra la cámara, toda esa barbarie humana, y mutilaciones sangrientas, ¿acaso no ocurrirían así en la vida real? Sólo de imaginarlo hace que se me revuelva el estómago, ¿os imagináis veros en ese panorama? Nuestros personajes sí. Y aunque no nos cuentan sobre ellos más que lo que necesita la trama para rodar de forma coherente, es más que suficiente. Basta con eso, no para sentir lástima cuando muere alguien, sino más que nada para contemplar el horror que sus ojos han de visualizar cuando esa “arma antigua” abate a tiros a alguno.

Por último me gustaría hacer uso de mención especial la escena de despedida entre La novia moribunda y El novio desalentado. Sin más es una escena llena de simbolismo claramente de origen japonés. Obviamente la forma en la que está montada la escena, esa pausa, el enfoque especial y el mensaje de la chica no es algo que se suela ver, mucho menos en el cine de terror en general, que en producciones americanas. Esa especie de “despedida final” hecha de una forma “artificial” como dirían algunos, no es más que un cuadro que, o bien Kitamura la metió como añoranza al estilo del cine nipón o bien, quería otorgarle un sentido mucho más sentimental a los dos. De todas formas, no es una escena que deba olvidarse, pues simplemente las líneas de la chica dicen mucho. (Simbolismo, Deconstrucción 8).

Y que no falte aquella voltereta del coche del matrimonio. Espectacularmente atroz, ¿no? ¿Cuándo se ha visto semejante espectáculo tan horroroso? Ni en la saga de Destino Final, con todo lo que “la escena del puente” en la quinta entrega puede llegar a impactar tanto como lo ocurrido en ese pequeño tramo de carretera. No es palpable apenas el uso de los efectos del ordenador, pues los efectos especiales del rastro sanguinario que deja a su paso el accidente, los diferentes enfoques desde diversos ángulos desde diversas perspectivas, y todo ello dando una sensación de movimiento (avanzas a la par que la catástrofe, y el recorrido del coche); es simplemente magistral.

Pero, y ya ahora sí que sí termino, es claramente palpable algunos que otros desperfectos en los efectos especiales, como los cadáveres del tío bueno y la tía buena aka La novia, que parecen hechos rápidos y mal. Como muñecos de primeros auxilios, mientras los cuervos cantan demasiado su digitalización…

Aún así,


¿Valió la pena? Valió la pena.

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