DIRECTOR: Kiyoshi Kurosawa
La peor pesadilla de un primer día de trabajo
Si bien es cierta la leyenda de que “El padrino del J-Horror”
ha probado todos los campos, en este filme plasmó desde su conocido estilo, la
moda del cine de terror americano de los noventas: el slasher. Desde “Viernes
13” hasta “Halloween” hay gran cantidad de ellos, teniendo el mismo arquetipo
de guión: el psicokiller de turno va matando gente a diestro y siniestro hasta
que el/la protagonista (y en algunas ocasiones con otro personaje más) se salva
de la matanza "matando” al asesino.
Pues bien, con esto ya sabido de antemano y como siempre he
dicho, pedirle originalidad a un slasher es difícil, no imposible, pero sí
difícil. Películas como “Pesadilla en Elm Street (1984)” o la más actual “Tú
eres el siguiente (2011)” incorporaron elementos originales como las pesadillas
como entrada al terror, o plot-twists inesperados, respectivamente. Por
desgracia, “Jigoku no Keibîn” no tiene nada, y cuando quiere destacar, no lo
consigue.
Este director también tiene la capacidad de que en cada
película dirige la acción en lugares algo… ¿comunes? ¿actuales? ¿de esos en los
que no te esperas que se desarrolle una maldición? Creo que me vas pillando la
idea. Ya en “Kandagawa Wars” (que no tiene nada de terror, pero que aprovecho
para explicar el tema) la historia se desarrollaba en un vecindario, “The
Excitement of the Do-Re-Mi-Fa Girl” se sitúa en una universidad, y “Kairo” en
una ciudad. En esta ocasión nos traslada a un bloque de edificios comercial.
Pues claro que todos los directores ruedan en diversos
espacios, pero el caso de Kurosawa es distinto, pues él combina tanto lugares,
como una maldición (o suceso del ámbito Kaidan) y los aliña con ese estilo tan personal y amado por mí, esto es, una
desolación y tristeza muy aséptica. Entonces, y volviendo a la película en
cuestión, el director quiso llevar a cabo un slasher en un edificio de empresas
y con un asesino más realista que un “hombre del saco con careta de hockey” o “un
hombre quemado con aspecto de Lobezno vengativo”. Y no, no lo digo a modo
despectivo, sino que si comparamos cuál de los tres es más probable que te
aparezca en la vida real, este ex luchador de sumo ahora convertido en el segurata
de tu trabajo, seguro que sí.
Pero como ya he citado al principio la fórmula no termina de
cuajar. Para empezar la puesta en escena del plantel de gente que la va a
palmar es algo ridículo, de hecho está forzado cada vez que el asesino tiene
que cargarse a alguien, sencillamente, no funciona. Esto es lo peor y que hace
que decaiga en muchas ocasiones, no cumple como slasher, sino que se limita a
hacer lo que quiere cuando quiere; y no, tampoco es una deconstrucción ni una
parodia al género. Por ende se vuelve muy tediosa, provocando la pérdida de
interés por el espectador y convirtiendo lo que queda de metraje en una lucha a
contracorriente por no quedarse dormido y coger el móvil.
Las muertes son otra cosa que también pecan, ni violencia
explícita, ni gore ni escenas de tensión. La cinta se auto-censura las escenas
de asesinato cuando no cambiando de plano repentinamente, o sino mostrándolo
desde un ángulo oscuro y tenebroso. Persecuciones cero patatero, y ya ni
hablemos de un posible clímax de terror psicológico BIEN EXTENDIDO a lo largo
de la cinta (por que sí es verdad que hay un par que lo consiguen pero nada
más).
La banda sonora es horriblemente mala cuando hace aparición,
prefiriendo la estática VHS a cualquier música que tenga. Los personajes son
muy planos y clichés (esto no es malo) pero cuando se les quiere dar a algunos
de ellos profundidad o intentar ir más allá, se torna inverosímil.
Aun así no es tan nefasta la película. Aquí asistimos por
primera vez al estilo personal que tan famoso es del director, tornando el lugar
en un paraje sacado de Silent Hill, con pasillos y habitaciones donde la
escenografía se luce fabulosamente. La iluminación se lleva la primera medalla,
mostrándonos tomas vacías de sentimientos y reemplazadas con esa sensación de
vacío y aislamiento que baña al edificio, y cuya máxima expresividad se verá en
“Kairo (Pulse)”. Personalmente es una de las pocas cosas que me gustan de esta
cuarta película del director, por lo demás no merece la pena.
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