DIRECTOR: Shin Sang-Ok
El cine antiguo asiático de terror se interesaba por meter como yurei’s o fantasmas vengativos a animales de gran poder místico (proveniente de su religión sintoísta) que sirvieran de “caparazón” para el alma en pena. Un perfecto ejemplo (y que recomiendo) es Salinma o “A Devilish Murder” en donde el ser recurre al gato como elegido. En esta ocasión le toca al zorro, pero solamente como metáfora de la mitología de la trama, puesto que el protagonismo se lo lleva a modo de “posesión” una muchacha.
En sí la película trata un tema que años más tarde será
explotado en muchas ocasiones, por lo que no está de más echarle un ojo a “su
versión original”. La historia va de cómo un guardia real de la reina Silla (no
estoy de coña, se llama así) se ve inmerso en una triste y dramática historia
cuando descubre que su mujer sufre una doble personalidad involuntaria; y ya
está, no hablo más de la trama, porque ya sería spoilear por sorprendente que
parezca.
La dirección sobre los acontecimientos está muy bien llevada
y contada de tal forma que mantenga al espectador pendiente de ella en todo
momento, sobretodo, por lo interesante que resulta. El núcleo del filme gira
entorno a una leyenda (ficticia) donde, y como ya introduje arriba, el espíritu
de una Zorra de cien años mora en un lago y que clama venganza contra la reina
del país. Nuestro protagonista (guarda real y amigo de la emperatriz) le toca
pasar un drama mezclado con situaciones que al ojo actual no dan ningún miedo,
pero que en aquel entonces supongo que hacía que te cagaras de vuelta.
Respecto a eso, el ser fantasmagórico a mi modo de parecer
está muy mal expuesto, quiero decir, el maquillaje invertido para disfrazar a
la Zorra es muy pobre y mal realizado, en vez de un animal parece una onryo de
mala calidad como la de “Apartamento 1303”, que da más pena que miedo. Aún para
su época podrían haber empleado una mejor estética, ¡que había medios! Como ya
hicieron en otros filmes más antiguos como la nombrada “Salinma (1965)” o “Black
Cat Mansion (1958)”. Esto en parte le quita sustancia, aunque la recupera con
ese drama personal angustioso que envuelve a nuestro leal y súper mega fiel
protagonista (un gran ejemplo de persona que me dejó maravillado).
Por otra parte, la música es preciosa. Se nota que se le
puso una especial atención a ese elemento para recrear sin palabras muchas de
las situaciones terroríficas (y que no tienen por qué ser de terror) que tiene
el film. Las actuaciones es algo que no me llegó a convencer, ya que en vez de
una película en ocasiones pareciera que estuviera visionando una obra de teatro
donde las sobreactuaciones eran un recurso artístico para denotar aún más expresividad
en ciertas situaciones que, por así decirlo, la requerían. Ejemplo de ello
puede ser aquella instantánea donde el guarda le comenta una tragedia a la
reina y ella siente tristeza; para ello se hecha a un lado levantado el brazo
sobre su cara y dejándose caer emitiendo llantos de angustia.
Pero lo que más me gustó es que la cinta, acoge el terror
desde otra perspectiva sin incluirla dentro de su eje principal de acción,
relevándola a un segundo plano donde el romanticismo sufrido entre nuestro
protagonista y su amada esposa toma relevancia y que, al final de la obra se
nos da una magistral moraleja, por no decir una oda a la fidelidad.
En definitiva se podría decir que es un buen filme pero que
tiene sus pros y contras que no la llevan a una mejor escala, mas aun así se
desarrolla bien. Yo la recomiendo, aunque no esté entre mis favoritas sí me
dejó un buen (y a partir de ahora recordado) sabor de boca.
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