6 ene 2017

The Celing at Utsunomiya

Título originalkaii utsunomiya tsuritenjô
aka: Ghost of Hanging in Utsunomiya
aka: The Ceiling at Utsunomiya
Japón, 1956, Nobuo Nakagawa





















Antes de que este recordado director de cine de terror japonés revolucionara el Kaidan eiga con títulos que todos conocen (Jigoku aka Sinners of Hell), sus andaduras estaban estrechamente relacionadas con este tipo de films. No tan orientado a la temática de los fantasmas, esta historia nos presenta el típico conflicto heroico entre el bien y el mal. Comenzando y manteniéndose durante gran parte del metraje harto complicado entender qué está sucediendo (cuál es el propósito de todo lo que acontece a varios personajes o, mismamente, por qué está todo tan liado), los últimos 20-30 minutos hacen de válvula de escape a la complejidad propuesta, aclarándose las ideas.

La trama que como ya he dicho, resulta un tanto difícil de digerir, relata las pobres desgracias que le suceden a un ronin, una pareja humilde y los intereses de un clan poderoso. La película trata a la misma vez dos caminos, motivo principal de la dificultad antes comentada. Por una parte tenemos la disputa entre un rico comerciante (Kagiya) por tener a una joven muchacha, pareja de un joven y, todo sea dicho, prepotente carpintero. Y por otro lado están los intereses del jefe de un clan por apoderarse de los bienes de otro, urdiendo una trampa mortal en su castillo cuando vengan de invitados los altos cargos del otro clan a hablar de negocios.


Tras un generoso tiempo de metraje inicial reservado a la presentación de los personajes principales (que son varios) comienza entonces sí, la historia. Tenemos a un antiguo maestro espadachín que se protege su identidad bajo una máscara, al comerciante antes mencionado y su banda de malhechores, una joven posadera, el pobre ronin que se ha metido en un lío tremendo sin quererlo, la pareja del carpintero y el jefe del clan ambicioso (no creo haberme dejado ninguno atrás). La relación entre todos estos personajes es más que acertada y buenamente establecida, sacando una historia creíble, y transportando al espectador al escenario del siglo XVII que tanto se esfuerza el film por dar.

Un detalle curioso al que asistimos y puede no ser muy significativo para muchos, es la puesta en escena de los diálogos. Todos y cada uno de ellos dan lugar entre dos personas hablando durante un largo rato con una cámara que los observa atento (influencias del teatro Kabuki). Las actuaciones también corren el mismo destino, teniendo que simpatizar con ciertos automatismos y reacciones algo anti naturales (o gestos faciales). No es algo malo, ni bueno, para mí una curiosidad estilística bastante agradable. Pero lo que no veo normal son ciertas escenas algo ridículas (como la inicial) que pasan de ser reales sólo por mostrar a un personaje o sino, la excesiva resistencia que tiene nuestro ronin a la cantidad de palos que se gana el pobre. Asimismo la sobre actuaciones de los malos cuando se mueren dan mucho el pego, pero aquí no me voy a poner quisquilloso, pues es un film con sus años ya (60) y tampoco es cuestión de buscarle todos los fallitos.


Terminando me gustaría remarcar el vestuario como cualquier film antiguo, con esos ropajes tan orientales y esbeltos o las preciosidades que se hacían las mujeres con su pelo (recogido elegantemente cuando se trataba de la aristocracia o alto cargo y una simple cola cuando era pobre). En fin, detalles que aprecio y me gustan.

Por lo demás, “El techo de Utsunomiya” es una cinta que al poco de verla se va olvidando rápidamente por lo arriba comentado, de lo pesada que es no capta la suficiente atención del espectador.






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