aka: Ghost of Hanging in Utsunomiya
aka: The Ceiling at Utsunomiya
Japón, 1956, Nobuo Nakagawa
Antes de que este recordado
director de cine de terror japonés revolucionara el Kaidan eiga con títulos que
todos conocen (Jigoku aka Sinners of Hell), sus andaduras estaban estrechamente
relacionadas con este tipo de films. No tan orientado a la temática de los
fantasmas, esta historia nos presenta el típico conflicto heroico entre el bien
y el mal. Comenzando y manteniéndose durante gran parte del metraje harto
complicado entender qué está sucediendo (cuál es el propósito de todo lo que
acontece a varios personajes o, mismamente, por qué está todo tan liado), los
últimos 20-30 minutos hacen de válvula de escape a la complejidad propuesta,
aclarándose las ideas.
La trama que como ya he dicho,
resulta un tanto difícil de digerir, relata las pobres desgracias que le
suceden a un ronin, una pareja humilde y los intereses de un clan poderoso. La
película trata a la misma vez dos caminos, motivo principal de la dificultad
antes comentada. Por una parte tenemos la disputa entre un rico comerciante
(Kagiya) por tener a una joven muchacha, pareja de un joven y, todo sea dicho,
prepotente carpintero. Y por otro lado están los intereses del jefe de un clan
por apoderarse de los bienes de otro, urdiendo una trampa mortal en su castillo
cuando vengan de invitados los altos cargos del otro clan a hablar de negocios.
Tras un generoso tiempo de
metraje inicial reservado a la presentación de los personajes principales (que
son varios) comienza entonces sí, la historia. Tenemos a un antiguo maestro
espadachín que se protege su identidad bajo una máscara, al comerciante antes
mencionado y su banda de malhechores, una joven posadera, el pobre ronin que se
ha metido en un lío tremendo sin quererlo, la pareja del carpintero y el jefe
del clan ambicioso (no creo haberme dejado ninguno atrás). La relación entre
todos estos personajes es más que acertada y buenamente establecida, sacando una
historia creíble, y transportando al espectador al escenario del siglo XVII que
tanto se esfuerza el film por dar.
Un detalle curioso al que
asistimos y puede no ser muy significativo para muchos, es la puesta en escena
de los diálogos. Todos y cada uno de ellos dan lugar entre dos personas
hablando durante un largo rato con una cámara que los observa atento (influencias
del teatro Kabuki). Las actuaciones también corren el mismo destino, teniendo
que simpatizar con ciertos automatismos y reacciones algo anti naturales (o
gestos faciales). No es algo malo, ni bueno, para mí una curiosidad estilística
bastante agradable. Pero lo que no veo normal son ciertas escenas algo
ridículas (como la inicial) que pasan de ser reales sólo por mostrar a un
personaje o sino, la excesiva resistencia que tiene nuestro ronin a la cantidad
de palos que se gana el pobre. Asimismo la sobre actuaciones de los malos
cuando se mueren dan mucho el pego, pero aquí no me voy a poner quisquilloso,
pues es un film con sus años ya (60) y tampoco es cuestión de buscarle todos
los fallitos.
Terminando me gustaría remarcar
el vestuario como cualquier film antiguo, con esos ropajes tan orientales y
esbeltos o las preciosidades que se hacían las mujeres con su pelo (recogido
elegantemente cuando se trataba de la aristocracia o alto cargo y una simple
cola cuando era pobre). En fin, detalles que aprecio y me gustan.
Por lo demás, “El techo de
Utsunomiya” es una cinta que al poco de verla se va olvidando rápidamente por
lo arriba comentado, de lo pesada que es no capta la suficiente atención del
espectador.
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